Centro Benenzon España

Alrededor del año 1965, Rolando Omar Benenzon, músico, médico psiquiatra y psicoanalista, comenzó a introducir la música en sus sesiones de grupo con pacientes psiquiátricos muy graves. Estas eran experiencias de musicoterapia receptiva, donde el papel de la música era representado como una forma de abrir núcleos regresivos. La música permitía acompañar al paciente a etapas regresivas de su evolución y desde allí retomar el camino hacia lo prospectivo. Aquello le hizo darse cuenta del esfuerzo de la disociación del terapeuta, que debía por un lado acompañar al paciente en ese camino regresivo, pero al mismo tiempo mantenerse en el lugar desde donde habían partido.

Durante un tiempo la palabra fue el mediador más importante, pues a través de la palabra y el uso de la interpretación, el paciente podía hacer consciente el inconsciente. Pero lentamente comenzaron a aparecer los mediadores, que fueron los instrumentos corpóreo-sonoros musicales, y aunque la palabra seguía ocupando un lugar importante, ya sea como consigna de comportamiento, como de sugerencia, seducción, reforzamiento yoico del terapeuta, la música y su omnipotente poder, continuaba a ser el soporte fundamental de la musicoterapia. Desde ese lugar apareció el ISO, la identidad sonora que caracterizaba a cada ser humano.

Rolando Benenzon se enfrentó a pacientes que sufrían de coma, autismo, alzheimer, dolor crónico, lo que le llevó al cuestionamiento de la palabra como mediador del vínculo. Comprendió entonces que la palabra no tenía ningún sentido en la comunicación no verbal y más aún, descubrió que todos los fenómenos transferenciales y contratransferenciales no tenían nada que ver con la palabra, sino con los fenómenos analógicos que rodeaban dicha palabra.

Así pues la palabra desaparece totalmente como comunicador en lo que fue llamado el Modelo Benenzon tras el Congreso Mundial de Musicoterapia en Washington, EEUU (1999). Esto permitió la aparición de objetos intermediarios que no eran precisamente los instrumentos corpóreo-sonoros musicales, sino que pertenecían a la cotidianidad y a la esencia del ser humano, como el agua, la tierra, el fuego, los desechos, la clessidra, etc.

Descubrí cada vez más el no verbal como la repetición de los fenómenos ancestrales de nuestros antepasados, inscriptos en nuestras células. Las células en espejo. el fenómeno totémico. Fue el momento en que decidí cambiar el nombre de musicoterapia por el de musicopsicoterapia.

Otras experiencias de la propia terapia no verbal en mi mismo me llevaron a aceptar que sólo en el no verbal se gesta la verdadera transformación del vínculo. Fue entonces cuando la musicopsicoterapia dejó de ser el nombre y nace la terapia Benenzon.

Fuente: Benenzon,R.(2019) Revista In cantare. Curitiba v.10, n.1 (p.1-166)/ ISSN 2317-417X)